«Secretos Ocultos»

Secretos ocultos

El sol brillaba impetuoso entre las ramas de los árboles viejos. Las colinas distantes parecían mantenerse al pie del mundo sin atreverse a mirarnos de frente, definitivamente tan lejanas, tan sublimes, hacía tanto que no las veía, siquiera  lograba recordarlas. Mis oídos sordos no alcanzaban más que escuchar su risa, absolutamente  dulce, una suave nota musical que se volvía en mi cabeza una excelente tonada romántica, digna de las mejores canciones escritas por un ser celestial.

Me llamó a lo lejos, no pretendía descifrar lo que sus labios pretendían explicar. La felicidad me absorbía, dejándome a merced de un remolino de emociones del que mi alma no conseguía liberarse. Pronto sus palabras comenzaron a cobrar sentido para mi cabeza distraída, por unos instantes había olvidado el peligro que corríamos.

-Debo regresar al internado – me dijo con clara preocupación.

No podía evitar sonreír, sus ojos adquirían un hermoso tono celeste cuando algo la inquietaba. Ella parecía molesta, repetiría lo mismo de siempre.

“-No me tomáis en cuenta – cruzando los brazos sobre el pecho mientras desvía la vista a otro lugar – todo significa un juego, debí hacerle caso a las otras chicas del colegio…

Yo acababa por reír, nada me gustaba más que verla enfadada, sobre todo al final, cuando una vez contenta, me regalaba un abrazo tímido, y yo acababa por robarle un beso. La primera vez se arrojó sobre mí e intento golpearme el rostro, no había meditado lo fuerte que podría ser una chica de diecisiete años, tan menuda y delgada. Pero esa fue la única oportunidad en la que me tomó por sorpresa, luego, aunque fingiera, yo sabía que le encantaba, y esa falsa moralidad me entusiasmaba a seguirle el juego.

No soportaba la perspectiva de volver al castillo y dejarla a manos de las institutrices. Desde luego ninguna de ellas conocía de nuestras salidas. La idea de separarme de Lucía me molestaba más que nada, detestaba aquella formalidad entre padres e hijos, también la que existía en aquellos colegios, donde solo recibían señoritas de las mejores familias de toda Francia.

Nunca aceptarían a un joven como lo era yo, desgarbado, un herrero de pueblo que no sabía de letras ni de textos, apenas y podía escribir mi nombre sin cometer errores. Lucía era inteligente, brillante sobre todas las estudiantes de su clase, cada tarde que compartíamos no dejaba de sorprenderme. A veces me leía allí en el bosque, rodeados de la nada, sin que nadie nos impidiera ser nosotros mismos y sentirnos felices por ello.

Conforme avanzábamos de regreso mi humor empeoraba. Las monjas del internado cada vez nos ponían trabas para lograr vernos, desde luego, todo aquello era solo por la seguridad de las estudiantes en general, no porque estuviesen al tanto de lo que hacía la joven Lucía los martes por la tarde.

-¡Vamos sonríe! – me pidió ella.

Pero era imposible complacerla en esta oportunidad. Sabía que nuestras oportunidades era pocas, y cada minuto estas iban en declive. No nos permitirían estar juntos, pronto, quizá ahora mismo, le buscarían un buen esposo para unir familias, y entonces la perdería para siempre.

Solo imaginarlo me hacía enloquecer, mi vida era junto la de ella, nunca había sido tan bueno como cuando la conocí. Sus virtudes me convertían en un mejor hombre, dedicado y trabajador.

-¡Escapad conmigo! – Le supliqué.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente, su boca titubeó sin saber como reaccionar ante mi inesperada propuesta.

-No podemos – dijo cabizbaja – sabéis que no sería posible.

Un puñal invisible desgarraba mi pecho, había proferido las palabras que no me atrevía a pensar. Ahogándome en mi propia miseria dije lo imposible, lo que sabía y no me atrevía a admitir.

-Te amo.

Sus labios temblorosos se encontraron con los míos, me besó con una pasión inusitada de ella, me amaba también. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras el destino se cernía en fuego profundo a nuestro alrededor.

-En tres noches nos veremos aquí – prometió – después de las doce.

Entonces se alejó. Con la capa negra a sus espaldas y el cabello dorado ondeando en el viento, se marchó con la esperanza grabada en los labios rojos.

4 respuestas a «Secretos Ocultos»

  1. doloresleis dijo:

    Me gusta. Es un relato sencillo pero muy íntimo. Nos muestra que todavía hay esperanzas para el amor.

  2. Me da mucho placer ver tu espacio destinado a escribir. Escribir es algo que esta empezando a surgir en mi y todavía soy malo, pero la pasión que me esta invadiendo mi vida al escribir por los motivos que sean, me tienen con ganas de hacerlo mas formal, y veo que tu ya me llevas una larga distancia en este arte. Felicitaciones y mucho amor y éxito en tu vida Vanessa, un honor!

Deja un comentario