Las lunas caían en la sombra imperceptible del ayer olvidado. Los días sublimes se disfrazaban en la concordia apacible de una muerte sin final, como quien mira el abismo y pierde el miedo a caer. Allí sucumbían los gritos errados de miles de gargantas secas. A la espera infinita, doblegada, que los obligaba a marchar […]
a través de La prisión del campanario — Iris de asomo